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lunes, 9 de septiembre de 2013

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ALÓ PIRINCHO 21 SEPTIEMBRE 2013
REFLEXIONES SOBRE LA INVESTIGACIÓN Y LA CIENCIA
EN AMÉRICA LATINA

Marcelino Cereijido

Resumen: Los países latinoamericanos tienen cuatro problemas graves ligados a la ciencia (o a su falta), que empeoran cuando no son detectados, entendidos ni atendidos. El primero es no tener ciencia en un Siglo XXI en el que ya no quedan tareas de envergadura y problemas que se puedan analizar ni mucho menos resolver sin ciencia moderna. El segundo es una profunda incapacidad de asociar sus problemas a la falta de ciencia. El tercero es carecer de una cultura compatible con la ciencia El cuarto es tener dentro de su propia cultura factores perniciosos que agravan y eternizan este analfabetismo científico. El presente artículo bosqueja esos problemas que causa el analfabetismo científico, y luego sugiere algunas acciones que ayudarían a los países latinoamericanos a comenzar a zafar de dicho marasmo.

Me resulta muy lúcido, imprescindible y oportuno que el Dr. Klaus Jaffe nos invite a proponer cosas concretas y factibles para promover la ciencia en nuestra región. Me sería muy fácil cumplir si compartiera con mis colegas un mismo criterio sobre la ciencia, su naturaleza, su historia, la manera en que se intenta promoverla. Desgraciadamente, ese no es el caso, pues dado que nuestra sociedad tiene tantas dificultades en desarrollar una ciencia moderna del nivel que tienen los países del llamado Primer Mundo, sospecho que tienen vigencia las observaciones hechas por W. Stanley Jevons (1835-1882): “La debilidad del pensamiento primitivo radica en que contiene grumos de superstición, información errónea, falsos modelos y groseros autoritarismos, que se mezclan en sus cadenas de razonamientos y sus análisis de la realidad, por eso que si bien el progreso del conocimiento humano depende de la incorporación de información y de esquemas conceptuales cada vez más refinados, versátiles y eficientes, exige también una constante depuración de las aberraciones que lo acompañan”. De modo que creo conveniente bosquejar de dónde parto, exponer mis dudas y puntos de vista, y luego tratar de hacer proposiciones concretas y factibles tal como nos invita el Dr. Jaffe.

El escenario actual que tratamos de superar
En la Argentina de mi infancia y adolescencia el Estado nos obligaba, por un lado, a tomar clase de religión católica, en la que se nos imponía un modelo explicativo de la realidad lleno de creaciones, milagros y revelaciones y, por el otro, aquel mismo Estado impwsí que nuestros profesores de materias como filosofía, historia, física y biología, nos enseñaran Evolución, tanto cósmica, como planetaria y biológica1. A su vez, aquellos docentes, nos inculcaban la noción de que la ciencia había arrancado de buenas a primera hace unos tres mil años, cuando egipcios, babilonios y griegos se pusieron a razonar con un cerebro que, según ellos, había sido generado en uno de los seis días del Génesis. Dicho sea de paso, aquella Weltanschauung no solo regía en el ámbito escolar, sino que era la imperante en la cultura argentina de entonces, incluida la de mi propia familia, pues cuando preguntaba a mis mayores por qué existe el Mundo y de dónde provenimos los seres humanos, con cándida honradez me reiteraban la versión del Génesis, del muñequito de barro y su famosa costilla, y la drástica diferencia entre la capacidad cognitiva del Homo sapiens y el resto de los organismos vivientes. De modo que aquellas nociones fueron una introducción formal a mi comprensión de la realidad. Cabe preguntar entonces ¿estamos tan seguros de que esa iniciación en la cultura usando un modelo explicativo que para aquel entonces ya se sabía falso no juega papel alguno en que hoy carezcamos de ciencia y de una cultura compatible con ella, del tipo que tienen todos y cada uno de los países del llamado Primer Mundo? Pues yo no lo estoy, antes bien, sospecho que semejante carga de despropósitos en un momento en que el cerebro infantil/adolescente las incorpora sin pasarlos por el filtro de la razón, crea disonancias cognitivas graves. En realidad esas fantasías no fueron para nada inanes, dado que luego se conservaron indelebles en el cerebro de nuestros ciudadanos adultos2.
Esta digresión hacia mis comienzos formativos no buscan reminiscencias sentimentales, sino ayudarme a mostrar que, mientras el Tercer Mundo siga inmerso en esas “aberraciones que acompañan a nuestras supersticiones”, y no analicemos la naturaleza y las bases evolutivas e históricas del conocimiento, seguiremos dando los palazos de ciego habituales.

Uno de los malos entendidos más pertinaces es tomar ciencia e investigación como sinónimos exactos. Por el contrario, y como trataré de mostrar, mientras que la ciencia es una manera de interpretar la realidad, la investigación es en cambio la habilidad para tomar una porción del caos de lo desconocido, analizarlo, estudiarlo y, si es posible, sumar lo aprendido al patrimonio cognitivo humano. Tengo colegas que si bien interpretan la realidad “a la científica”, esto es, sin invocar milagros, revelaciones, dogmas ni apelar al Principio de Autoridad, carecen de toda originalidad y no pueden ganarse la vida como científicos profesionales. Concomitantemente, algunos colegas investigadores son un chispero de originalidad y hacen contribuciones importantes que publican en las revista de la máxima jerarquía internacional, pero interpretan la realidad recurriendo a dioses, milagros y fansmagorías3.
Los filósofos que me tocaron como docentes en mi infancia y adolescencia, también acostumbraban afirmar que la ciencia es una aventura de la razón, siendo que ésta juega un papel imprescindible pero relativamente humilde. Así, un científico genial y otro mediocre no se distinguen porque el primero sepa usar complejos microscopios electrónicos, avanzados espectrofotómetros y ecuaciones diferenciales que los segundos desconocen. Tampoco detecto que los mediocres cometan errores de razonamiento. Se diferencian en cambio en que mientras el científico genial concibe ideas originales, los mediocres se ocupan de trivialidades o asuntos trillados y previsibles4.
En el Siglo XIX la ciencia comenzó a descartar la posibilidad de que el Universo fuera una cosa, y pasó a pensar que en cambio es un proceso, y como tal está forzado a evolucionar. Enfocar las cosas de este modo permitió comprender que el aparato cognitivo que luego heredamos los humanos, se comenzó a forjar mucho antes de que existiera el Homo sapiens y, por supuesto, la conciencia. Ésta apareció sobre la faz de la Tierra hace apenas unos 50 mil años, es decir “nada” en términos de una evolución que lleva unos 7.500 millones de años. Nuestra memoria, con varios niveles de accesibilidad, la manera de procesar la información y el conocimiento, de recordar, olvidar, investigar, temer, creer, imaginar dioses y quarks, santones y teoremas, dependen de estructuras cerebrales, impulsos nerviosos y mediadores químicos que son en su casi-totalidad estructuras y funciones inconscientes, que fueron inauguradas por especies ancestrales.

Evolución de la manera de interpretar conscientemente la realidad

Ya en posesión de una consciencia, el Homo sapiens la sumó a su aparato cognitivo y comenzó a usarla para ayudarse a interpretar la realidad, habilidad que, como digo, es indispensable para sobrevivir. Por supuesto, tampoco pudieron dejar de evolucionar los modelos explicativos humanos que se fueron generando. Probablemente los más primitivos fueron los animistas, que para interpretar por qué la realidad es como es, supusieron que las cosas tienen ánima, de modo que enterarse de “qué le gusta” al espíritu del volcán, del río, del manzano ayuda a entenderse con un volcán, un río y un manzano. Luego, en un desarrollo intelectual portentoso, el ser humano generó politeísmos, en los cuales los diversos dominios de la realidad están a cargo de la deidad correspondiente (Urano de los cielos, Poseidón de los mares, Ceres de la agricultura, Eolo de los vientos). Un avance cognitivo más prodigioso aun, pues requirió inventar ni más ni menos que la coherencia de un solo dios, permitió el acceso a los monoteísmos. Finalmente, el último gran salto (hasta ahora), surgido de verdaderas hazañas mentales monoteístas, le permitió al ser humano desarrollar la ciencia moderna. Me parece prudente y de mínima justicia puntualizar que hay entre nosotros pensadores profundos y brillantes que no se han extraviado por las patologías extremas que aludí en los párrafos anteriores, sino que hacen un fértil enfoque combinando Evolución y Filosofía5.

Desgraciadamente, la humanidad no está sincronizada, pues coexisten pueblos estancados en algún animismo, otros en algún politeísmo, o algún monoteísmo y solo una ínfima minoría ha logrado desarrollar ciencia moderna. Justamente, los países del Tercer Mundo, que albergan un 85-90% de la humanidad no tienen ciencia, y ni siquiera una cultura compatible con ella. Pero aún esta descripción debe ser tomada con cautela. Por ejemplo, el Vaticano no fomenta la ciencia ni la investigación científica o, peor aún, no tiene una visión del mundo compatible con ellas6, pero esto no impide que papas y cardenales gocen de un altísimo nivel médico cuando son baleados, sufren una angina pectoris o padecen un problema prostático. Por último, también los países del Tercer Mundo tienen científicos, pero al carecer de una cultura compatible con la ciencia los desaprovechan, son totalmente dependientes del Primer Mundo que inventa, desarrolla y pone en el mercado equipos y reactivos científicos sin los cuales la profesión científica no podría trabajar.
Algunos dramas del analfabetismo científico7,8

  1. El primer drama consiste por supuesto en carecer de ciencia en un mundo donde ya no van quedando asuntos de envergadura que se puedan interpretar, y mucho menos resolver y manejar, sin ciencia moderna y tecnología avanzada; me refiero a la salud, la comunicación, los transportes, la climatología, el uso de la energía.
  2. Sabemos muy bien que la mención del segundo drama habrá de parecer insólita: para el analfabeta científico la ciencia es invisible. Cuando a un pueblo le faltan alimentos, medicamentos, agua, energía los afectados son los primeros en detectar y señalar el déficit con toda precisión; en cambio, cuando les falta ciencia, no pueden entenderlo así se les explique. Cabe recordar la opinión de Jean Piaget: “Uno no sabe lo que ve: ve lo que sabe”. Para que quede claro: si escribimos cien ecuaciones en las paredes y preguntamos cuál es la de Schrödinger, sólo quienes la conozcan podrán señalarla. Imaginemos un médico que recorre un villorrio africano afectado por cierta enfermedad y les comunica que tienen una carencia de manganeso ¿los lugareños van a entender de qué carecen? ¿Van a estar en condiciones de saber cómo solucionarla? ¿Van a saber de qué se les está hablando?
  3. El tercer drama no es menos curioso: el analfabeta científico cree que entiende perfectamente qué es la ciencia, pues como dije anteriormente la confunde con la investigación, y las toma como sinónimos exactos, aun en documentos oficiales. Es un concepto erróneo pero tan común, como el de confundir información con conocimiento, y dar por sentado que la ciencia se desarrolla por sí sola con solo publicar un número mayor de artículos científicos.
  4. El cuarto drama, es que el analfabeta científico está convencido de que todo problema es económico: Para él la única diferencia entre un país del Primer Mundo y uno del Tercero es que el primero tiene dinero y el segundo no. Da por sentado de que es pobre porque no tiene dinero, pues en su ingenuidad no puede concebir que es justamente al revés: es pobre porque es ignorante. Llega a creer por ejemplo que si el país dedicara a la ciencia una fracción suficientemente grande de su producto interno bruto, tendría ciencia, sin que medie cambio alguno en su visión del mundo ni en su manera de interpretar la realidad. Peor aun, de buena gana omitiría esa ciencia que aniquila sus deidades y milagros, y con gusto combinaría Teocracia con Tecnocracia.
  5. El quinto drama es que cuando un analfabeta científico habla de “política científica” se refiere casi exclusivamente a la forma de erogar un presupuesto, y suele representarlo con unas pizzas, cuyos sectores se denominan “sueldos”, “equipos”, “reactivos”, “servicios”, etcétera.
  6. En consonancia con esa chatura intelectual, es típico que un gobierno del Tercer Mundo dé por sentado que el problema con nuestra ciencia es administrativo, y en consecuencia encomiende ¡a los administradores! que nos impongan normas para que los científicos sepamos cómo tenemos que conducir nuestros proyectos, formar maestros y doctores, cómo debemos organizar nuestros laboratorios, institutos y lugares de trabajo, y sobre todo obligarnos a escoger las fronteras de la ciencia con base en la adjudicación de subsidios.
  7. No se gana mucho que digamos argumentando con los mandatarios y administradores cuando son analfabetas científicos, pues no son independientes, dado que están obligados a acatar normas administrativas que tampoco fueron concebidas en la secretaría de educación de su país, sino que les fueron impuestas por la de Hacienda, que a su vez debe atenerse a las normas que le dictan entidades supranacionales, del tipo del Fondo Monetario, Banco Mundial. Estas entidades suele condicionar la firma de un tratado, un crédito, el acceso a un mercado, a que el país tercermundista acepte también ciertas formas de manejar su educación, o que permita que los medios de comunicación, sean comprados y manipulados por un par de magnates oligopólicos. Esta práctica es tenebrosamente análoga a que un banco, para otorgar una hipoteca, exija que quien recibe el préstamo, se comprometa a no mandar sus hijos a la escuela.
(viii) Uno de los dramas más terribles que le puede ocurrir a cualquier organismo vivo es ser seleccionado “para”9 una situación, pero tener que vivir y sobrevivir en una distinta. Pensemos en un pulpo seleccionado “para” sobrevivir en las profundidades marinas, que de pronto es llevado a un desierto, un picaflor trasladado al polo, una orquídea a una selva que de buenas a primera es incendiada adrede para producir un terreno cultivable. Hoy la realidad cotidiana en la que necesitamos sobrevivir, está producida principalmente por la ciencia moderna y la tecnología avanzada. Cuesta mucho encontrar algo natural, no generado por la ciencia y la tecnología en un avión que nos lleva a Múnich, un quirófano, o en una fábrica de computadoras. En ese sentido, un habitante típico del Primer Mundo, no puede interpretar una cámara de fotos de 10 megapixeles, un marcapaso cardíaco, o cómo logra volar un Boeing 747, así se gane la vida en alguna fábrica que produce dichos objetos. Para ponerlo de manera más dramática: usando su ciencia, el Primer Mundo le está cambiando la realidad cotidiana a toda la humanidad, por una realidad que el Tercero, sumido en el más deprimente y bochornoso analfabetismo científico, no tiene cómo interpretar. Hoy el tercermundista está pasando a ser una especie incapaz de interpretar la realidad en que vive. Pero cuidado, no por eso se extingue, pues una de sus maneras de adaptarse es crecer numérica y exageradamente.

Tipos de analfabetismo científico y factores que lo causan

El primer tipo de analfabetismo científico, el más obvio, es intrínseco. Es el de sociedades que no lograron evolucionar hasta alcanzar la ciencia moderna, y se estancaron en alguna manera primitiva de interpretar la realidad (algún animismo, politeísmo o monoteísmo). Si bien la mención de ejemplos ayuda a aclarar el argumento (haitianos, congoleños, nepaleses, los yorubas de Nigeria, los cushitas de Somalia) el analfabeta científico suele tomar estos señalamientos poco menos que como escarnecimientos de mal gusto.
El segundo tipo de analfabetismo científico es también intrínseco, pues se produce en los pueblos que combaten todo intento por evolucionar hacia la manera científica de hacerlo. No les es fácil seguir interpretando que el Universo no se originó hace 13.700 millones de años tras un Big-Bang, como propone la ciencia, sino hace unos 6.000 años como permite calcular la suma de las edades de personajes bíblicos10, que la mujer es inferior al hombre, que su virtud depende de la integridad de su himen, que es moralmente admisible poner a un niñito de seis años de rodillas y obligarlo a golpearse el pecho hasta que acepte que es una oveja en el rebaño de Dios, que reconozca su culpa de una transgresión cometida por Adán y Eva, que si uno transgrede los preceptos religiosos será torturado por toda la eternidad en un Infierno, y que debe amar a un dios filicida, cuya ira se aplaca cuando envía a la Tierra a su propio hijo para que sea sacrificado en una cruz; en una palabra: al analista científico le es difícil aceptar esas concepciones propias de una religión originada hace unos 3.000 años en la Judea de la Edad de Bronce Tardía, y mezclada luego con el politeísmo pagano que predominaba en la Roma de hace dos milenios cuando el emperador Constantino adoptó el cristianismo. Y digo que no es fácil aceptar esas nociones erróneas desde hace mucho pero hoy además morbosas, pues para ello hace falta apoderarse del aparato educativo de una sociedad y desfigurar la mente humana, comenzando si es posible con la más temprana infancia. Vemos entonces que se trata también de un analfabetismo científico intrínseco como el mencionado anteriormente, pues aparece como un grumo indigerible de terquedad en la dinámica interna de una sociedad.
Finalmente, el tercer tipo de analfabetismo científico es inducido desde afuera. Francis Bacon ha opinado “El conocimiento es (en sí) poder”, pero es como si los primermundistas adoptando dicho criterio, reservaran el conocimiento (sobre todo el científico) para sí, sumiendo al resto de los países en el más despiadado analfabetismo científico, de tal manera que todo lo que requiera conocimientos y tecnologías surgidos de la ciencia, se invente, produzca, patente allá, y nos lo envíe para que lo compremos aquí. Richard Rosecrance lo ha puesto con apabullante claridad: “Hay países cabezas y países manos11. Adivine el lector ¿en cuál de los dos grupos ubica Rosecrance a América Latina y el Caribe?
Mi diagnóstico es pues: La vida consiste en el proceso y las formas que va tomando su evolución; detenerlo o entorpecerlo (con procedimientos internos o externos) provoca monstruosidades.

Proposición de cosas concretaS y factibles que AmÉrica Latina y el Caribe deben realizar para desarrollar UNA CULTURA COMPATIBLE CON LA CIEncia y la tecnología.

Aquí va entonces la proposición solicitada por el Dr. Klaus Jaffe: tenemos que destrabar el marasmo que nos impide la evolución hacia la ciencia moderna.

Primer objetivo: Fortalecer el carácter laico de los países del área. Se trata de dar un paso tardío pero similar al dado por los países del norte de Europa en los siglos XIV y XV, y que los encaminó a lo que hoy es Primer Mundo. Justifiquémoslo:

Hace unos párrafos mencioné ocho dramas típicos del analfabetismo científico. Debo agregar ahora un noveno. Todas las especies han forjado su herramienta para sobrevivir con base en alguna característica. El Homo sapiens no es excepción; la suya consiste en hipertrofiar su capacidad de conocer la realidad que habita, basándose en dos cualidades principales. La primera es su sentido temporal12 que le permite hacer modelos dinámicos del la realidad (“dinámicos” significa, justamente, “en función del tiempo”), de modo que puede predecir una situación antes de meterse en ella. Podemos imaginar que en plena Edad de Piedra, era más seguro imaginar lo que podría hacernos una manada de hienas que ir a averiguarlo cándidamente yendo a pararse en medio de ellas. A medida que evaluamos un futuro más lejano, su complejidad y ambigüedad crecen enormemente. Justamente, la capacidad de generar modelos dinámicos en nuestra mente, permite “experimentar” in mente con muchísimas más alternativas además que la que después habrá de darse; es formalmente una manera de adaptarse al futuro, no quedar librado al azar, protegerse hasta donde se pueda de la incertidumbre. Por supuesto, ya generados los modelos científicos, dicha propiedad hoy nos permite calcular día y hora de un eclipse que habrá de suceder dentro de 75 años, o el día y la hora en que dentro de algunas décadas habrá de regresar el cometa Halley, o dar cuenta de los principales hechos cósmicos ocurridos desde el mismísimo inicio del Universo, hace 13.700 millones de años.
La segunda consecuencia de haber hipertrofiado la capacidad de conocer del Homo sapiens, es la de ser creyente, que se refiere a que la mayor parte de las cosas que conocemos las hemos aprendido de segunda mano. Yo, por ejemplo, no conocí a Tutankamón, no estuve en la Revolución Francesa ni inventé el castellano, pero tengo a dicho faraón, revolución e idioma incorporados a mi patrimonio cognitivo, porque se los creí a mis padres y maestros durante la crianza y educación. Así es: enseñanza y educación se convierten en un colosal embudo cognitivo con el que me vierten en la cabeza todo lo aprendido por todos los Homo sapiens de cientos de generaciones que me han precedido. Soy creyente, tomo el medicamento que me recomienda el médico, sin exigir que me presente los resultados de los ensayos farmacológicos en que se basa. Si me pierdo en una ciudad, pregunto a los lugareños, creo las instrucciones que me dan y las sigo. No he planteado ni resuelto el Teorema de Tales, me enseñaron a hacerlo; tampoco entiendo los detalles de un ecocardiograma, pero pago para que me lo practiquen y creo en lo que proponen hacer con mi corazón con base en la información que emana de dicha prueba; definitivamente: soy creyente. Por eso es tan necesario cuidar que el tonto o el perverso no aprovechen esa credulidad para contaminar esa creencia con lo que hoy son fantasmagorías y errores comprobados. Fue un enorme mérito de Johann Joachim Becher (1635 – 1682) introducir la teoría del flogisto; pero hoy sería un desatino exigir que un alumno de química se base en él. Y he aquí otro mérito de la manera de conocer de la ciencia moderna: no tomamos la propuesta de Becher como un dogma al estilo del las religiones, sino como lo mejor que se pudo proponer en su tiempo. ¡Gloria a Becher, fuera el error!

Veamos ahora algunas consecuencias de la combinación de dichos atributos. Dado que la capacidad de generar modelos mentales dinámicos otorga enormes ventajas, se seleccionaron seres humanos con flechas temporales cada vez más largas, que abarcaron futuros más y más remotos. Mas llegó un momento en que la longitud de dicha flecha fue tan larga, que le permitió al Homo sapiens percatarse de que hay un futuro en que habrá de morir13. La perspectiva de morir lo sumió en la mayor de las angustias, pues el ser humano basa su seguridad y su sosiego en el conocimiento, pero ignora qué habrá de sucederle cuando muera. Pero fue rescatado por, precisamente, su capacidad de creer, pues su cultura le confió “explicaciones” mitológicas que lograron apaciguarlo. Puesto en blanco-y-negro: si era egipcio la religión lo convencía de que, cuando muriera, vendría el dios Anubis a llevarlo en una barca a la ribera occidental del Nilo (“muerte” significaba reposo); si era un germano muerto en batalla lo rescatarían guapas y sexy valkirias que lo transportarían a un paraíso (“muerte” significaba goce); Me dicen que a los islámicos les prometen paraísos de muchachas de virginidad reciclable, a razón de unas treinta por barba; si en cambio quien moría era cristiano, debería esperar hasta el Juicio Final en que lo sentenciarían a una eternidad tocando el arpa en el Paraíso, o a freírse a perpetuidad en el Infierno (“muerte” significaba paz, o bien tortura perpetua). Todo dependía de si el egipcio, el germano y el cristiano habían observado las normas de sus respectivas religiones con la debida religiosidad14.
Toda necesidad humana genera un mercado: la de alimentarse genera agricultores, carniceros y restauranteros; las necesidades que plantea la salud genera médicos, las del sexo prostitutas y proxenetas. Análogamente, la angustia de muerte generó sacerdotes que tomaron a su cargo instruirnos acerca de la concepción cristiana, y reorientaron al creyente hacia rezos, rituales, sacrificios e indulgencias. Los sacerdotes católicos concibieron además la idea de que la virtud/pecado no es un asunto exclusivamente individual, sino también social, con lo que se atribuyeron la misión de salir a catequizar por la fuerza y castigar al remiso, quemándolo en una hoguera si es preciso, para que los demás no corrieran riesgos por albergar pecadores y herejes. El peso político/militar de la institución religiosa (de aquí en más “clero”) llegó a ser tan enorme, que se auto-autorizó a apoderarse del aparato educativo de las naciones, para asegurarse que la visión del mundo de la feligresía no fuera a desviarse y restarles poder. El ser humano de hoy día sigue teniendo flecha temporal, angustia de muerte, temores místicos y necesidad de que se les mitiguen. De modo que aun hoy la religión sigue teniendo un papel indispensable y la manera en que cada quien la encause sigue siendo un derecho inalienable, por eso hay que proteger su derecho a que el clero no haga un uso espurio de esta necesidad humana, de lo contrario sería como usar la necesidad y derecho al sexo para justificar la prostitución.
Este asunto nos compete en el presente capítulo porque impide ni más ni menos que la evolución de nuestros pueblos hacia la manera de interpretar la realidad “a la manera científica”. Nos aman a tal punto, que en serio creen asegurar nuestra felicidad eterna atándonos a un modelo perimido de la realidad, e impidiéndonos que evolucionemos al que le sigue, es decir, a la manera científica de hacerlo. Aquí resuenan las opiniones de Francisco de Goya y Lucientes: “El sueño de la razón produce monstruos”. Imponer el mito del celibato a los sacerdotes hace que estos descarguen sus apetitos sexuales con niñitos que acuden a ellos para aprender catecismo, y acaben rompiéndoles el mito15; contaminar el aparato educativo con milagros, revelaciones, dogmas y con el Principio de Autoridad, crea disonancias cognitivas que nos anclan al analfabetismo científico del Tercer Mundo. Partiendo tal vez de los días de Lutero (1483 – 1546) y otros protestadores, en el norte europeo no gozaron de esa protección clerical y se convirtieron en Primer Mundo16. Y advirtamos que nos estamos limitando a señalar el aspecto cognitivo, pues si trajéramos a colación el aspecto moral del poner a un niñito de rodilla y contaminar su mente con lo que (hoy) son dislates, el panorama se complicaría hasta el grado de morbosa perversidad.
Seguramente, el mero fortalecer el carácter laico de nuestros países, no desarrollará automáticamente su ciencia, pero espero que sea un paso beneficioso.
Segundo objetivo: desarrollar una cultura compatible con la ciencia.

Recordemos ahora el segundo drama del analfabetismo científico: la ciencia es invisible para el analfabeto científico (vide supra). Los líderes intelectuales de América Latina y el Caribe suelen publicar sesudos ensayos sobre la cultura del siglo XX en sus países. Jamás olvidan presidente, golpe de estado, trifulca entre el campo y la ciudad, movimiento plástico, escuela literaria, ni bailes regionales. Pero, de un Siglo XX que ha visto desintegrar el átomo, secuenciar el genoma humano, aparecer la cirugía abdominal, la cardíaca y cerebral, la aviación, la televisión, las redes de computación, nuestros especialistas no advierten que las mismísimas culturas a que se están refiriendo no desarrollaron su ciencia ni su tecnología. Puesto en otros términos: no sorprende que nuestra cultura sea incompatible con la ciencia, cuando abunda entre sus líderes los analfabetos científicos. Muchas veces cuando hablan de la riqueza de nuestras tradiciones, asemejan a un padre que admirara la frescura de su hijo, porque a pesar de tener veintinueve años de edad y medir un metro ochenta de estatura, conserva un cerebro que detuvo su crecimiento cuando tenía dos años. ¿Qué propongo al respecto en pro del desarrollo de una cultura compatible con la ciencia? Prosigamos:

El objetivo 1, que ya hemos visto, trata de proteger el conocimiento latinoamericano (el actual y el que se logre desarrollar en el futuro) de fuentes perversas y tradicionales del analfabetismo científico. En cambio, el segundo objetivo busca incorporar componentes esenciales de la ciencia moderna, que a nuestras culturas les falta. Primero las enumeraré, y luego propondré una manera barata, eficaz y a nuestro alcance para irlas incorporando a la cultura de nuestros pueblos.

  1. La concepción que más estridentemente falta en nuestras culturas es la de Evolución, tanto a nivel cósmico (del Big-Bang al futuro), biológico (de la Tierra primigenia al Homo sapiens), al individual (básicamente las ideas piagetianas de cómo madura el cerebro y se instala el aparato cognitivo en cada persona que nace).
  2. El origen y evolución del mundo del conocimiento. Hay que explicar las etapas principales de la evolución del conocimiento, desde el inconsciente al animismo, y de éste a la ciencia actual. Debe hacerse apelando a grandes pasos cognitivos, y no debe reducirse a enumerar series de sabios ilustres a lo largo de la historia. Debe ponerse énfasis en mostrar la relación que la ciencia ha tenido con la universidad, la empresa, el poder. Deben ser expuestas de manera fácil de captar tanto la naturaleza como los usos de la ciencia, desde la exclusión del Principio de Autoridad a la incorporación de la experimentación, al uso de la estadística, las grandes etapas en las concepciones cosmológicas.
  3. El origen y evolución de las religiones: cuándo, por qué un pueblo dado pasó a tener tal o cual concepción religiosa, por qué necesitó complementar sus modelos interpretativos de la realidad con determinadas suposiciones, místicas o no. Cualquiera sea el derrotero de estas explicaciones, convendría poner el énfasis en la versión católico-romana pues es mayoritaria en nuestra región.
  4. Evolución de la organización política (de la horda primitiva a la democracia griega, a los países del Siglo XI, y de ahí a las versiones actuales de la organización de los diversos países del área). Me demoraré en esta explicación, porque sostengo en otro ensayo que nuestras sociedades tercermundistas no pueden, no están en condición de ser democráticas y esto también desemboca demasiado frecuentemente en crisis, reyertas, golpes de estado y dictaduras. Puesto en blanco y negro: allá en la Grecia Clásica, con la caída de los arkontes y las sociedades estratificadas en jerarquías, cobraron importancia las ciudades y los habitantes, de ahí en más llamados “ciudadanos” enfrentaron el problema de gobernarse entre iguales. Se vieron obligados a inventar “las leyes del tener razón”: argumentar, debatir, refutar, demostrar, convencer, que con el tiempo fueron dando origen a la democracia, la filosofía y los pródromos de la ciencia. No ha sido (no es) tarea fácil, pues paulatinamente la “democracia” pasó a ser identificada con el “voto”, siendo que este señala en realidad el fracaso del proceso democrático. Es que los asuntos que necesitan resolver los pueblos en su vida diaria son tan complejos, que es imposible debatirlos hasta que no quede ninguna objeción. Llegado el momento en que no queda argumento de importancia, y sobre todo ante la necesidad de resolver en un tiempo determinado, se recurre a votar. Pero la capacidad de argumentar y regirse por las “leyes del tener razón” no son naturales, es necesario aprenderla durante el proceso educativo. Desgraciadamente, nuestra gente no está entrenada en la capacidad de argumentar y, así haga reclamos válidos, recurre a tomar instalaciones, huelgas de hambre, encadenarse a verjas, desfilar desnudos, y acaban cayendo en manos de charlatanes, demagogos, y expertos en mil maneras de anular el debate y la argumentación democrática. Quizás sería pertinente incorporar estas patologías de la democracia a los dramas del analfabetismo científico que enumeré anteriormente.

Métodos y enfoques

Los científicos estamos tan acostumbrados al proceso evolutivo de cada disciplina, que recurrimos a explicar aunque sea escuetamente los pasos históricos que ha seguido hasta desembocar en su versión actual. Esto rige para la enseñanza de la astronomía, la física, la navegación, la computación, la medicina, etc. Es de rigor que los primeros temas de cada curso comiencen con un bosquejo de su historia. Este enfoque tiene el valor de mostrar el tipo de dificultades que enfrentó la humanidad, la manera de enfocarlo y resolverlo. Tiene además la importancia de revisar y volver a revisar la maravillosa sistematización y coherencia del conocimiento científico. Curiosamente, las religiones no recurren a divulgar por qué razón y de qué manera fueron surgiendo la discriminación de la mujer, el sexo, el celibato, y las mil y una características que han desembocado en los ritos que hoy practica la sociedad. Por el contrario, hoy la historia y la arqueología están en condiciones de señalar puntual y casi exactamente los momentos y las razones que llevaron a suspender las explicaciones con imposiciones invariablemente autoritarias. Seguir apelando a misterios y dogmas ante cada bizarrería ha contribuido a acentuar innecesariamente su carácter irracional, y las ha hecho incompatibles con la sensatez.
Siempre me ha maravillado que el Deutsches Museum de Múnich muestre en una caminata de un par de horas, la manera en que Alemania fue combinando sus desarrollos de la minería, la siderurgia y el proceso industrial. Se trata de maquetas, mulas embalsamadas y maniquíes de mineros, junto con antiguas carrindangas, hasta vagones-tolvas de ferrocarril, restos de antiguas máquinas trituradoras, lavadoras de arenas y separadores magnéticos para procesar los minerales, hasta las de fabricar el acero de la calidad deseada. Análogamente, yo admiraba un túnel histórico montado en el Castillo de Chapultepec, que en una caminata de una hora daba al visitante una idea del México de los Olmecas, y luego pasaba por culturas como las maya, azteca, tarasca, zapoteca, hasta desembocar en la Conquista, los virreinatos, el Estado Mexicano, la Reforma, las revoluciones de Zapata y Villa y la serie de batallas, pactos y gobiernos que les sucedieron.
En otros países he hecho caminatas por túneles que mostraban en dos o tres horas la evolución de la vida, desde la sopa pre-biológica, pasando por el origen de las células, los multicelulares, el paso a la vida terrestre y así hasta la Edad de Piedra y la emergencia del Homo sapiens.
Se trata de muestras históricas en forma de túneles, que los sabios de cada país van enriqueciendo y no dejan de tener su propia evolución, en la medida en que las industrias van donando maquinarias de gran valor didáctico pero que ya han retirado de sus plantas productivas. Vale la pena prestar atención a la forma en que la arquitectura ha ido acompañando esta forma secuencial de ilustrar la historia y forma en que se desarrollaron la vida, la siderurgia, el estado. Me refiero a la idea de Le Corbusier (1887 – 1965) de construir edificios en espiral en medio de un amplio terreno al que se le podrán ir agregando segmentos según transcurra el tiempo; también nombro a Frank Lloyd Wright (1867 - 1959) que en su diseño del Guggenheim Museum se basó esencialmente en un espiral, que propicia que sus exhibiciones sigan un patrón evolutivo.
Hay que terminar con la divulgación de “portentos” y rarezas, que dan la idea de que el científico es un botarate en búsqueda de curiosidades (me refiero a los famosos ¿Sabía usted que un agujero negro sideral es capaz de comerse todo una galaxia? ¿Sabía usted que si el ser humano fuera capaz de saltar como una pulga, podría brincarse un edificio de veinte pisos?). Si no se ligan esas evoluciones a la vida actual del visitante y de su sociedad, el analfabeto científico seguirá aferrándose a la idea de que el conocimiento es un asunto del Primer Mundo, un lujo para ricos. Los humildes seguirán sacando a sus hijos de las escuelas y condenándolos a la ignorancia y la miseria.

DISCUSIÓN, ANÁLISIS Y ACLARACIONES

Mi experiencia con la exposición de estas ideas ante diversas audiencias, me advierte que suelen surgir algunas preguntas; trataré de aclarar las principales:

A) ¿Cuál es la diferencia entre el tercer punto del Resumen que inicia este artículo (carecer de una cultura compatible con la ciencia) y el cuarto (tener dentro de nuestra propia cultura factores perniciosos que agravan y eternizan el analfabetismo científico).
Cultura incompatible con la ciencia: se presenta cuando la sociedad tiene usos y costumbres que perjudican el desarrollo de la ciencia; veamos algunas (i) imaginemos un equipo de astrónomos que se propone estudiar al cometa Halley, que pasa cada 74-79 años. Esto requiere planear y agendar los pasos del proyecto de modo que coincidan exactamente con el próximo paso. Pero, cuando ya se ha logrado sincronizarlas y se le adjudicaron fondos (subsidios) para llevar a cabo el proyecto, en los países del Tercer Mundo puede tener lugar una elección presidencial y el gobierno decide diferir un año en la entrega de los fondos ya acordados. (ii) Al futbolista Salvador Cabañas del club América de México, le dispararon un balazo en la cabeza en un bar. Fue llevado al Instituto Nacional de Neurocirugía donde cuentan con un aparato de varios millones de dólares llamado Gamma Knife, capaz de operar un tumor, un aneurisma o (en el caso de Cabañas) una bala, cuya forma, naturaleza, posición, irrigación, vías nerviosas que interrumpe, etc. se han estudiado a detalle con tomografías de gran resolución. Cabañas estuvo semanas al borde de la muerte, pero logró ser salvado. Hubo grandes grupos de futbolistas de todo nivel, fanáticos del América que concurrían desde los arrabales, hasta empresarios, directivos y astros de futbol. La reacción unánime popular fue hacer numerosas misas de campaña para rogarle a la Virgen de Guadalupe por la salvación del jugador herido. En este punto es pertinente abundar sobre las características del equipo de Gamma Knife es tan caro que en todo México sólo hay uno, lo que provoca una enorme cola de pacientes (meses) pues sólo se puede aplicar a un número irrisorio de gente que lo necesita. Yo llamaría “cultura compatible con la ciencia” si esos miles de seguidores del América hubieran encaminado sus esfuerzos a organizar un torneo futbolístico para que los fondos recaudados permitan comprar un segundo equipo de tomógrafos, computadoras y Gamma Knife, crear la beca “Salvador Cabañas” para formar especialistas en el diseño y usos de los aparatos e instalaciones que asemejan un laboratorio espacial. Concomitantemente, llamaría “cultura incompatible con la ciencia” a la que es incapaz de aprovechar el enorme interés concitado por el balazo a Salvador Cabaña, y su increíble rescate a través de conocimientos científicos, para que la sociedad constate de primerísima mano las ventajas de desarrollar la ciencia y la tecnología. Este no ha sido –no es- el caso. (iii) Una comisión de especialistas creada por el Poder Legislativo pasó una ley que restringió hasta niveles inconcebibles el uso de animales en investigación biológica, pero hizo excepciones al toreo, la riña de gallos y las peleas de perros, pues la cultura imperante así lo impuso.

Tener dentro de nuestra propia cultura factores perniciosos que agravan y eternizan el analfabetismo científico: veamos algunas (i) Los divulgadores mexicanos se esmeran en que la sociedad entienda por qué hace frío, calor, llueve, nieva, hay nubes o brilla el Sol. Pero la clara y radiante tarde de enero de 1999 en que visitó México el papa Juan Pablo II por cuarta vez, las televisoras aconsejaron a los televidentes que prestaran atención a “hasta qué punto la Virgen de Guadalupe ama al papa, que despejó las nubes e hizo brillar el Sol para recibirlo”. México tiene leyes que obligan a publicar la contaminación del aire que respiramos, la cantidad de colesterol que tienen las papas fritas, los riesgos de que cierto medicamento se use en mujeres embarazadas; pero no tiene leyes que protejan a su población de intoxicaciones cognitivas como la que se asestó durante la visita papal, o que aparezcan pitonisas televisivas asegurando a audiencias de millones que el cáncer se previene y cura tomando cierto tónico a base de ruda macho el día 13 de cada mes. (ii) El periódico La Jornada en su número del lunes 13 de mayo de 2002 en su página 18 reporta que el Sr. Alberto Fernández Garza, candidato a dirigir el Consejo Coordinador Empresarial, prometió que si resultaba electo, desmembraría la Universidad Nacional Autónoma de México, como medida en favor de la organización social que preconiza.

El espíritu subyacente en este artículo podría traslucir como que los investigadores en ciencia no tienen nada más que aportar en nuestra región además de lo que ya están haciendo”. ¡Ooops! Si eso se entendió, se debe culpar a mi chapucería didáctica. Aquí va la aclaración.
En primer lugar, nuestra comunidad de investigadores en ciencia agrupa el mayor número de científicos que tenemos. Mas también reúne investigadores brillantes (en cuanto a sus aportes al patrimonio cognitivo de la ciencia) pero cuya visión del mundo admite milagros, revelaciones, dogmas y el Principio de Autoridad. Voy a exagerar para producir un ejemplo extremo: si un miembro de nuestra comunidad desarrollara un medicamento que curara la lepra, el cáncer y el Alzheimer juntos, yo diría que es un investigador brillantísimo. Pero, si al mismo tiempo opinara que el Universo fue creado en seis días, tal y como lo dice el Génesis Bíblico, no lo contaría de ninguna manera entre los científicos, puesto que la ciencia NO admite dicha creación, y en cambio postula que se originó hace unos trece o catorce mil millones de años a partir del Big Bang.
En segundo lugar, y dado que se me pregunta si los investigadores en ciencia tienen algo más que aportar, yo haría dos cosas. La primera es rogarle a nuestros investigadores que prosigan haciendo aportes valiosos al saber humano. La segunda es aconsejarles que haga un esfuerzo por meditar sobre lo que digo en este capítulo, cuando afirmo que la manera de interpretar la realidad “a la científica”, no admite milagros.
En tercer lugar, si mi aseveración de que no tenemos una cultura compatible con la ciencia le resulta inadmisible, le propongo que fabriquemos un “atrasadómetro”. Vaya el 7 de agosto a la iglesia de San Cayetano (patrono de los trabajadores) y cuente las cuadras de cola de personas que admiten que dicho santo puede operar las variables del mercado de trabajo para que le consiga un empleo. Hace dos años (2009) leí en los periódicos que en la ciudad de Buenos Aires dicha fila llegó a unas 22 cuadras. Luego vaya a Zürich, Lima, Heidelberg, Sao Paulo, San Francisco, Catamarca, Edimburgo, Asunción del Paraguay y, si encuentra un templo a dicho santo en dichas ciudades, cuente las cuadras de cola. Que las compare con el número de científicos (o si prefiere, de investigadores) que hay en dichas ciudades.

La ciencia administrada por analfabetos científicos
Cuando un estado tercermundista quiere apoyar el estudio de algún problema concreto mediante donativos, recurre al consabido “desapoyo” de proyectos que ya están en marcha, para obligar a los investigadores a abocarse a proyectos para los que no están capacitados y no tienen los equipos necesarios, en desmedro de lo que venían haciendo. Los subsidios deberían ser un “además de” y no un “en vez de”. Esta práctica suele plantear pseudo-problemas. Por ejemplo, estamos de acuerdo en que el alcoholismo es un mal muy generalizado y terrible desde muchos puntos de vista. Pero ahora los fondos se ponen a disposición de esa forma anticientífica de abordar el alcoholismo, provocando que un número de investigadores estudie el hígado de ratas a las que se le administra alcohol en dosis que equivalen a que un ser humano bebiera un galón de whisky diario. Cabe aclarar que, si bien los proyectos así propiciados producen resultados experimentales constatables, se persigue un despropósito, pues el alcoholismo no se debe a que la bioquímica moderna desconozca el metabolismo del etanol en el hígado.

¿Cómo explica que países fuertemente religiosos como USA e Irán han tenido un asombroso crecimiento en la investigación científica recientemente?
En un artículo sobre la ciencia uno aspira a que el lector no caiga al nivel de generar “bargaining chips” para ser usados para contrarrestar los argumentos. Mis argumentos sobre el embotamiento cognitivo y el drama moral que significa que el 95% de los habitantes de un país interpreten la realidad con base a modelos plagados de misticismos, no deben ser evaluados a la luz de lo que hacen o dejan de hacer países como Estados Unidos o Irán.
Ahora bien, si el lector desea que hagamos una digresión hacia sus curiosidades sobre Irán y Estados Unidos, creo que no soy una persona capacitada para escribir sobre el asunto. A lo sumo podría señalar que Estados Unidos, como todos los países de Primer Mundo, tiene una saludable y tajante separación entre la religión y la operación del aparato de Estado. En el estado de Massachusetts por ejemplo, donde tienen ni más ni menos que la Universidad de Harvard, el Massachusetts Institute of Technology y abundan los católicos descendientes de irlandeses, la Iglesia Católica ha sido condenada a pagar unos 30 millones de dólares como reparación a jóvenes violados por los sacerdotes, y también como indemnización a las familias de muchachos a quienes el abuso sexual a que fueron sometidos por los curas empujó al suicidio. Durante la última visita del papa Juan Pablo II a dicho país, pidió al (entonces) presidente George W. Bush que intercediera para que Massachusetts le condonaran la deuda pero, elocuentemente, el presidente se excusó sobre la base de que dicha gestión no estaría dentro de sus atribuciones.

La fuente más importante de nuestro analfabetismo científico es la falta de docentes calificados para enseñar las ciencias. ¿Cómo podemos superar esto?” Hace dos respuestas insistí en que la comunidad científica debe esmerarse sobre todo en las cosas que sabe y puede hacer. Esta es una instancia ejemplar: ayudar a formar docentes calificados. En realidad, a principio del Siglo XX la Argentina puso la enseñanza de tres instituciones (el Otto Krause, el Colegio Nacional de Buenos Aires, y el Colegio Carlos Pellegrini) directamente a cargo de sus profesores universitarios, a los que ingresaban los alumnos que habían obtenido máximo puntaje en la enseñanza media. Creo sinceramente que esos establecimientos funcionaron como la École Normale Supérieure de Francia, de la que sale el 90% de los dirigentes científico-técnicos del país, y donde se formó la mayoría de los Premio Nobel franceses. Esa fue una idea napoleónica que funcionó. Yo sugiero que se asigne una compensación económica para profesores universitarios que quieran enseñar en los colegios secundarios de máximo nivel.

El analfabeto científico ofendido
Tradicionalmente, la sarna, la sífilis y la tuberculosis han sido enfermedades infamantes, llamadas así porque además de las penurias que desencadenan, su mero nombre era, per se, un insulto, porque el médico que se enfrentaba a ellas se veía obligado a recurrir a eufemismos y requiebros, antes de enunciar su diagnóstico. Sólo se las comenzó a aliviar cuando la medicina dejó de lado las connotaciones subjetivas y recurrió a estudiarlas con seriedad y todo lo formalmente que puedo. Análogamente, he constatado que varios de los tópicos que discuto en este artículo resultan infamantes. Para no naufragar en ambigüedades, citaré el caso del enfoque evolutivo de la medicina. Según la feliz expresión de Theodosius Dobzhansky “En biología nada tiene sentido salvo en el contexto de la Evolución”.
El avance biomédico en los últimos dos siglos ha llevado a constatar que hoy la anemia, la fiebre, la tos, el vómito, dependen de mecanismos que son más antiguos que el mismísimo Homo sapiens. Sin el enfoque evolutivo no podríamos entender las enfermedades virales que pasan de una a otra especie animal y luego estallan en epidemias humanas. De hecho, el enfoque evolutivo de la medicina se considera la revolución médica más importante de la historia, a lo cual cabría agregar que es también la más barata, en el sentido de que no depende de costosos aparatos e instalaciones, sino a la erradicación de ignorancias que beneficiaría hasta las capas más humildes de la población. En un momento dado la Academia de Medicina de México me invitó a dar la conferencia anual “Miguel Jiménez”. La dediqué a advertir que ninguna de las escuelas de medicinas del país ofrece cursos de Evolución en sus programas de enseñanza. Pasados los aplausos, se me acercó un grupo de 4 ó 5 colegas a quejarse de que ese enfoque ofende el credo de algunos académicos. El reclamo aparecía como una colisión entre el osado aporte científico de quienes pugnan por enfocar la medicina con base en la Evolución, y la entrañable ignorancia de aquellos colegas que se aferraban a esquemas perimidos. No hubo víctimas entre nosotros, pero obviamente se sigue victimando ¡al paciente!
Así es, el analfabetismo científico es en sí una patología del saber, pero me dolería que resulte infamante para lector alguno. Me refiero a que un colega lector de este capítulo cuando estaba en la etapa de manuscrito, opinó que mi distinción entre investigador y científico, ofende al primero. Podríamos zanjar el asunto recurriendo a dos aclaraciones. La primera consiste en señalar que una metonimia es una figura de la retórica, que toma la parte por el todo. Cuando decimos “se hizo a la vela” no imaginamos que alguien se lanzó a la mar con una vela solamente, sino que damos por entendido que utilizó todo un navío. Análogamente, decimos “el espada” para referirnos a todo un torero. En esa vena, podemos seguir hablando indistintamente de “investigadores” y “científicos”.
Pero cabe otra aclaración. Hace unas páginas señalé que Becher introdujo el concepto de flogisto, porque en su momento lo creyó conveniente. Podría decir ahora que la ciencia moderna ha sido obra de generaciones de cristianos europeos, y agregar que sería un logro descomunal que nuestros investigadores pudieran desarrollar la ciencia en nuestro subcontinente. No denigro precursores ni pioneros ¡Gloria a todos ellos!

1 Valerani, A. “La ideología y la ciencia: el caso del a enseñanza de la evolución en la escuela argentina”. en El Color de lo Incoloro: miradas para pensar la enseñanza de las ciencias. Gvirtz (dir.) et al. Novedades Educativas, Buenos Aires 2000.
2Cereijido, M. “La Nuca de Houssay”. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 1990.
3 Cereijido, M. “Por Qué No Tenemos Ciencia”. Siglo XXI, México, 1997.
4 Cereijido, M. “Ciencia Sin Seso Locura Doble”. Siglo XXI, México 1994.
5 Pongo por caso (y recomiendo) al sabio español Nicanor Ursua: “Cerebro y conocimiento: un enfoque evolucionista”. Anthropos, Barcelona, 1993.
6 El papa Pío IX promulgó la encíclica Quanta Cura en 1864, que tiene un Syllabus en el que condena específicamente la ciencia y sus derivados.
7 Cereijido, M. and Reinking, L. “People Without Science”, Vantage Press, New York, 2005.
8 Cereijido, M. “La Ciencia Como Calamidad”. Gedisa, Buenos Aires, 2009.
9 La Selección Natural no puede seleccionan “para”, pues eso implicaría que una causa futura viaje en contra de la flecha temporal para causar un efecto presente. Aceptar que hay causas futuras que pueden afectar el presente se llama “Teleología”, doctrina que no se acepta científicamente. Sin embargo, con una disculpa docente se acepta decir que la bilis se secreta para digerir lípidos, que los ojos están para ver, etc.
10 James Usher, latinizado Jacobus Usserius (Dublín, 4 de enero de 1581 – 21 de marzo de 1656) fue arzobispo de Armagh. En 1650 escribió el libro “Los anales del mundo”. Basándose en la Biblia, estimó el número de generaciones y la duración media de la vida humana entre Adán y Eva y el nacimiento de Jesucristo. Y de ese modo dedujo que la creación de la Tierra tuvo lugar en el anochecer del sábado 22 de octubre del 4004 a. C.
11 Rosecrance, R. “The Rise of the Virtual State: wealth and power in the coming century”. Perseus Basic Books, New York, 1999.
12 Blanck-Cereijido, F. y Cereijido, M. “La Vida, el Tiempo y la Muerte”. Fondo de Cultura Económica, México, 1988.
13 Blanck-Cereijido, F. y Cereijido, M. “La Muerte y Sus Ventajas”. Fondo de Cultura Económica, México, 1997.
14 “Religioso” deriva de religens, que se refiere a ser muy cumplidor con sus obligaciones. Lo contrario es negligens, del que deriva “negligencia”.
15 El mecanismo por el cual una restricción favorece la aparición de las llamadas “propiedades emergentes”, lo explico en los libros “Elogio Del Desequilibrio”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, y “Hacia Una Teoría General Sobre Los Hijos De Puta”, Tusquets, México, 2011.

16 Huelga aclarar que, así como hace un momento reconocí los méritos de Becher sin por ello adherirme a sus conceptos, no estoy ahora abrazando las enseñanzas de Lutero, sino su impacto histórico.


ALÓ PIRINCHO del 10 de julio 2013
                                                      RESUMEN DEL PROGRAMA

Cuando mi querida amiga Sara Melul, me llamó por Radio La Tercera para entrevistarme semanalmente desde Argentina sobre temas de ciencia, acepté porque considero que la Argentina tiene una cultura achaparrada, propia de un país de Tercer Mundo, cosa que a mi y a todos mis colegas científicos una tremenda mortificación, porque Argentina nos dio (completamente gratis, desde el Jardín de Infantes a la beca internacional) una formación que nos permitió entreverarnos a hacer ciencia en las mejores universidades del mundo. Me fui entusiasmando con la posibilidad de que la serie de audiciones Aló Pirincho nos brinden una oportunidad para promover el desarrollo una cultura compatible con la ciencia. Pero ni bien puse manos a la obra, mi ambición creció, porque el desarrollo de una cultura compatible con la ciencia es sin duda un primer paso importante hacia el desarrollo de la ciencia moderna.
Vale la pena intentarlo porque, de lograrlo, Argentina zafaría de la dependencia, miserias y humillaciones que sufre por ser actualmente un país de Tercer Mundo.
¿Quién sería suficientemente pesimista como para demostrarme que no podremos usar Radio la Tercera para desarrollar la ciencia y de yapa, una cultura compatible con la ciencia? Es más, los desafío a que me manden un texto breve, escueto, de menos de 150 palabras, pero serio, en el que ustedes realmente crean, argumentando por qué no podríamos lograrlo. Y más aún, respondan también quienes creen que sí, que es posible y sugieran pasos factibles hacia ese objetivo. Prometo que si lo encuentro serio, bien intencionado y positivo lo comentaré en estas audiciones.
Justamente, en la audición de hoy explicaré por qué desarrollar la ciencia moderna en Argentina sería una tarea monumental. Por qué Argentina es uno de los pocos países del mundo en que se puede intentar, y por qué creo que Radio La Tercera puede ser el instrumento ideal para comenzarlo.
Me gustaría que los oyentes tangan presente por lo menos el encabezamiento de este texto pues, evidentemente, yo no lo podría leer en cada audición, porque tomaría demasiado tiempo. Pero lo pondré en la red, y lo iré expandiendo para que cada oyente pueda releerlo, meditar sobre la pertinencia de lo que iremos diciendo, e invitar a todos a participar. Aquí no me queda más alternativa que ser sucinto y condensado. Pero si a ustedes les interesa conocer cuáles son los fundamentos de mis argumentos y de las afirmaciones que hago en el programa de Radio La Tercera, les recomiendo que lean mis siguientes libros:

Cereijido, M. "La Nuca de Houssay”. Fondo de Cultura Económica. Buenos
Aires.
Cereijido, M. "Ciencia Sin Seso, Locura Doble”. Siglo XXI. México.
Cereijido, M. "Orden Equilibrio y Desequilibrio" (una introducción a la
biología). Siglo XXI editores. Buenos Aires.
Cereijido, M. y Blanck-Cereijido, M. "La Muerte y sus Ventajas". Fondo de Cultura Económica. México.
Cereijido, M. "Por qué no tenemos ciencia". Siglo XXI editores. México.
Cereijido, M. y Reinking, L. “La Ignorancia Debida”, Ediciones el Zorzal.
Buenos Aires.
Cereijido, M. “El Doctor Marcelino y sus Patrañas”. Ediciones del Zorzal.
Buenos Aires.
Cereijido, M., Reinking, L. “People without Science”. Vantange Press, New
York.
Cereijido, M. “La Ciencia Como Calamidad”. Gedisa. Barcelona, Buenos Aires.

Además, para matizar un poco mis peroratas de cada programa, iré dedicando algunas audiciones salpicadas a extractarles un libro de algún autor internacional importante, que analice temas que aquí nos van interesar. Ya les extracté uno en una audición anterior: el libro de Daniel Bennett “Rompiendo el hechizo” que muestra por qué la ciencia moderna no respetó aquello de que sólo los creyentes pueden analizar la religión. Era un argumento tan antojadizo, como que sólo pudieran investigar sobre el cáncer los médicos cancerosos. No era más que una patraña para justificar una cosa nostra. Así fue: la ciencia tomó a la religión como objeto de estudio, su historia, sus personajes, sus creencias y hasta su neurobiología. Bueno, tengo del orden de mil libros de ensayos de ese tipo y los voy a ir compartiendo con ustedes.

  1. SARITA ¿Por qué atribuís a la ciencia moderna el poder de transformar un país de Tercer Mundo en uno de Primero?
Respuesta: porque la ciencia es, justamente, lo que parte a la humanidad y a los países en Primero/Tercero y es la mejor herramienta que ha desarrollado hasta ahora el ser humano para detectar, entender y resolver problemas. Te menciono algunos de los logros de la ciencia a manera de ejemplo: extendió la duración de la vida humana de 20-22 años promedio en la Edad de Piedra y en el Imperio Romano, a 80 años en la actualidad (en el Primer Mundo). En el siglo 19 la apendicitis aguda era mortal en el 100% de los casos, hoy es excepcional que muera alguien de apendicitis, y cuando ocurre indica que hay que tirarle de las orejas a algún culpable. Hoy podés mirar repetidamente, desde distintos ángulos y a colores, a una atleta que juega al tenis del otro lado del mundo. A principio del siglo pasado, un emigrante libanés no veía a su madre nunca más, hoy hay muchos que van una vez al año desde la Argentina a visitarla y el resto del año puede conversan con ella por Skype. En el la edad media una de cada cinco mujeres moría en un parto. Basta ir a observar un cuadro de Benito Quinquela Martín, en los que en el puerto de Buenos Aires los hombres cargaban un barco con cereal llevando bolsa por bolsa sobre sus hombros y caminando sobre un riesgoso tablón; hoy una mujer, operando una grúa computada, puede descargar ella sola un barco en cuatro o cinco horas e ir colocando los contenedores sobre vagones y armar ella sola un par de trenes. Aquellos hombres no tenían horario de trabajo, vacaciones, contrato de trabajo, aguinaldo, seguro de salud, jubilación, nada. Hoy (en el Primer Mundo y en la Argentina) pudieron acceder por fin a todas esas ventajas sociales que posibilitaron la ciencia y la tecnología. Hace cien años ningún argentino había visto ni oído hablar al presidente, al papa, a un mandatario hindú; hoy lo ve a colores y lo escucha desde la sala de su casa desde el mismo día que lo ponen en funciones.
Por eso, la ciencia moderna es el logro más importante del ser humano a lo largo de toda su historia. Pero sólo la tienen los países de Primer Mundo, los del Tercero no. La Argentina por ejemplo, no tiene ciencia, a pesar de que ha logrado formar investigadores de excelencia internacional. Y lo que es peor, tampoco tiene una cultura compatible con ella.


RESUMO. Me propongo usar mi audición Aló Pirincho en Radio la Tercera para promover el desarrollo de la ciencia moderna y de una cultura compatible con ella. Parte del programa consistirá en ir exponiéndole los grandes componentes de esa cultura y de esa ciencia, también respondiendo a breves mensajes de la audiencia cuando los considere serios y propositivos, o con curiosidad de saber sobre mis ideas y sobre los pasos.
Los iré matizando con anecdotarios y extractándoles toda una biblioteca de libros famosos sobre el punto.
También les recuerdo que pongo en red una serie de libros que he expuesto sobre estos tópicos, y que les ayudarán a irse integrando a esta cruzada.



¿Qué les parece si comenzamos el miércoles próximo diciendo qué es la ciencia, cuáles fueron los pasos fundamentales hacia su creación, y luego substanciando todos y cada uno de los tópicos que les fui mencionando en esta audición? Yo espero la participación de los inteligentes y optimistas.